sábado, 27 de noviembre de 2010

El don de la ubicuidad

Entre las clases que imparto en la Universidad, mi actividad literaria y por supuesto mi familia, esta semana ha resultado especialmente movida al haber transcurrido entre Madrid, León y Zaragoza. En cada uno de estos sitios he tenido alguna vivencia de interés que quisiera compartir.
En la capital cerré mi participación en la próxima Microantología del microrrelato, publicada por Ediciones Irreverentes, en la cual mi texto Cuando a Dios le gustaba el cine compartirá páginas con el de otros autores de la talla de Vázquez Rial, Sánchez Dragó o Alonso de Santos. Allí supe también que será finalmente el 13 de diciembre cuando reciba ese tercer Premio Ulisses a la Investigación que me han otorgado este año. Y me alegré de corazón del Premio Cervantes concedido a Ana María Matute, no solo porque sea una "gran mujer" (de lo que tampoco tengo ninguna duda) como escuché al político de turno, sino porque es una "grandísima escritora".
En León he vuelto a constatar que hay regalos a las personas que quieres que te halagan más que si fueran para ti. Por ello agradezco sobremanera esa Nana del Principito que mi amigo y músico José Mª Negrón ha compuesto para mi casa.
Y en Zaragoza, además de saludar a algún amigo y conversar con mi distribuidor, disfruté de esa clase práctica en torno al libro Mi planeta de chocolate que impartí con las alumnas del ciclo de iniciación a la lectura del Centro Cívico Esquinas del Psiquiátrico, a las que agradezco sinceramente su interés y participación.
Mil viajes en tren y una agenda ajustada en sus tiempos han permitido tal ajetreo. Pese a ello, muchas veces, desearía tener el don de la ubicuidad.

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