miércoles, 28 de marzo de 2012

El tesoro marrón

El pasado 16 de marzo tuve la suerte de compartir filandón con la escritora Manuela Bodas quien, por cierto, nos contó un relato de lo más emotivo. Yo a su vez le hice partícipe de las aventuras de Benito Expósito Expósito a través de un ejemplar de Mi planeta de chocolate. Y ella ha respondido a tal gesto componiendo este poema titulado El tesoro marrón, expresando cuanto ha sentido con su lectura. Mil gracias, Manuela; me parece precioso. Y como siempre decimos los cuentistas, nos seguiremos contando.

Desde un marrón glasé, casi negro:
Han aflorado luces
llenando estrellas.
Llega la primavera. ¡Que sí, que llega!
Con cara de chocolate,
con cola de sirena,
con brazos de cacao sobre su risa morena.
Y ahí, en la primavera, hay un color que espera,
que nutre a la luna llena.
Cuando la luna no se enciende,
sobre la mitad de la tierra,
es porque se ha comido todo, todo
el chocolate de tu planeta.
De tu planeta de chocolate, Manuel,
de ese bendito planeta, vienen las risas
más dulces y suculentas,
envueltas en cacao maravillao.
En ese cacao, se emborrachan las palabras,
palabras al viento, al corazón, al cuento.
A cuento de tu cuento, cuento yo
estas letras engarzadas en tu dulce caramelo.
En los renglones de tu cuento,
se liban emociones de las que tanto cuentan
en el cuento de la vida.
Con tanto cuento,
me has devuelto a la adulta, que va en mi niña.
La niña que en esta vena, a veces turbia,
otras serena, de la existencia,
anda rimando vivencias.
Una rosa marrón,
desgrana
sus
pé-
ta-
los,
en cada página de ese diccionario vital que es:
“Mi planeta de chocolate”.
En ese planeta he puesto un mojón
de caricias, para tomar una ración cada mañana
¿Dónde comienza el país de la vida? En los sueños.
¿Dónde comienza el país de los sueños? En la vida.
¿Dónde comienza el país de la vida?
En los sueños. Y los sueños son cuentos,
que aún no han sido inventados, o cuentos
que habitan en la diáspora del tiempo.
“La utopía sólo sirve para caminar”
dices Manuel, y dices requetebién,
en la página que termina en uno, seis y cero.
Sigue cayendo chocolate como aguacero,
amén de exquisitas líneas de esperanza,
en cada página, que no onza,
endulzando el humor y el amor que recorre todo el libro.
Leyendo tus “entrelíneas”, se recuperan segundos
perdidos de orgullo, se aliñan letras contra
los malos humos, los de dentro y los de fuera.
Desde un marrón glasé, casi negro,
sueño con los sueños del niño Benito,
que es el mismo niño que estuvo en mis anteriores juegos.
El mismo niño, el mismo sueño, repetido,
y endulzado con el cuento de nunca acabar,
porque la vida es cuento.
Y los cuentos van y vienen, pero nunca mueren.

4 comentarios:

Mercedes Pinto dijo...

No me extraña que tengas amigos como Manuela, en las letra y en la vida.
Tres abrazos y hasta pronto Manuel.

Juan Luis Blas dijo...

Precioso... No se puede pedir más crítica, ni mejor comentario.

Cristina dijo...

Es un poema muy bonito para un libro muy bonito.Me gusta que lo hayas compartido

Manuel Cortés Blanco dijo...

Hola Mercedes, Juan Luis y Cristina:
¡Qué bien encontraros de nuevo aquí! Mil gracias por vuestros comentarios. Y hoy especialmente, porque hacen referencia a unos versos preciosos que fueron escritos desde mi planeta de chocolate.
Gracias por ellos, Manuela.
Buen fin de semana para todos y una sonrisa de cuento.