La primera vez que presenté unas líneas a un concurso fue por culpa de unas croquetas. En casa oíamos con frecuencia un programa de variedades de la radio local donde acostumbran a premiar cada semana la mejor receta que les remitieran.
Mi madre, como antes lo fuese mi abuela, era una excelente cocinera. Le salen unos platos para chuparse los dedos, y una repostería que desata la envidia de todos los amigos del recreo. O si no que se lo digan al Canillas.
- Mamá -le pregunta Anselmito a la suya-, ¿por qué tú no haces unos pasteles como los de Manolito?
Una vez elabora unas croquetas de pollo. Saben tan exquisitas que luego no nos entra el filete de ternera. Papá come dos sartenes y mi tía Pili, que ese mediodía anda por allí, decide saltarse su régimen de verduras.
Hay que dejar constancia de esa fórmula magistral: dos cucharadas soperas de harina, una de aceite, cuarto de litro de leche, un huevo, nuez moscada, pollo desmenuzado y una pizca de sal. Sin embargo, esa sucesión de ingredientes no hace justicia al deleite de su sabor. De hecho, a la madre de Anselmito, con esos mismos productos, no le salen tan ricas.
Entonces mamá detalla cómo las hace, confesando su toque personal. Cual si fuera un notario, voy tomando nota de cada paso: echar la harina antes que la leche para evitar grumos, que el aceite muy caliente cubra cada unidad, colocarlas sobre papel absorbente. Eso más los secretos que no se revelan; porque en algo debemos distinguirnos del resto de las madres.
Redacto la receta con tanto cariño que en boca de un cuentacuentos hubiera pasado por una historia. No en vano terminamos remitiéndola a aquella emisora y obteniendo el primer premio: una cubitera y un molinillo. La próxima vez que nos presentemos lo haremos con un helado de café.
En el barrio, la mamá de Anselmito le pregunta a la mía:
- ¿Cómo es posible que con un plato tan simple haya ganado el concurso? Yo envié una langosta armoricana con aderezo de queso, y mi amiga una brandada de bacalao con caviar. ¿Acaso no parecen suficientemente sabrosas?
La sencillez y la dedicación son virtudes difíciles de explicar a quien las confunde con la simpleza. Por eso mi madre opta por la prudencia:
- Estaba muy bien escrita. Por eso la seleccionaron. Usted no sabe cómo redacta mi hijo...
Nota: Fragmento correspondiente al relato Las croquetas de pollo, incluido en mi libro Cartas para un país sin magia.
miércoles, 7 de marzo de 2012
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1 comentario:
Permitidme completar esta entrada con una curiosidad: el contenido de "Las croquetas de pollo" está publicado íntegramente en el bloque de relatos de Ediciones Irreverentes, habiendo sido (según datos de la propia editorial) el más leído de entre todos los que hay.
Mil gracias por ello y nos seguimos contando.
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