miércoles, 5 de junio de 2013

Un día inolvidable

En efecto: ¡un día inolvidable en Zaragoza! Así lo fue ayer para mí. Una fecha de esas en la que cada vivencia se impregna en tu memoria, a sabiendas de que asomará a su balcón a lo largo de la vida.
Por la mañana di una vuelta al mundo en el tren de los cuentos junto a los pequeños del Hospital Infantil Miguel Servet. Detrás de cada uno de ellos hay una historia; detrás de todos, una sonrisa. Me gustó contarles la trama de El guepardo y la tortuga, la de El murciélago de colores, la de El rey descolorido... Me encantó recibir como regalo los dibujos que para este día habían pintado... Me impresionó contemplar su inocencia, su cariño, su entereza... Al final, fueron ellos mismos quienes nos presentaron a sus maestros -¡extraordinario trabajo, Beatriz, Eduardo y Jesús!- nos enseñaron su aula y compartieron conmigo sus relatos favoritos. Mil gracias a todos por todo. Y muchísimo ánimo para que os pongáis bien muy pronto... pues todavía nos quedan muchos cuentos que contar.
A primera hora de la tarde mantuve un encuentro literario con los integrantes del Club de Lectura "La leonera", del colegio Bajo Aragón-Marianistas, a propósito de mi persona y de mis Siete paraguas al sol. La presentación de Ana resultó tan entrañable que consiguió emocionarme. Luego, en un ambiente tan afable como cercano, hablamos de mi pequeña trayectoria, de cómo, cuándo, por qué y para quién escribo, leímos un fragmento del libro, compartimos diferentes opiniones... Para acabar contándonos algún cuento, desde la convicción absoluta de que es un género apto para todos los públicos.
Finalmente acudí a la caseta que Librería Albareda -como siempre, gracias Manolo por tu confianza- tiene en la Feria del Libro para compartir un ratico con los lectores y amigos que pudieron acercarse. Allí estuvieron muchos... Y dio la casualidad de que, entre tantos, una emisora de radio aprovechó a entrevistarme, mientras me grababan para la televisión cuando firmaba alguno de esos ejemplares.
Por la noche, nuevamente al tren y de vuelta a casa... convencido -una vez más- de que había vivido otro día inolvidable.

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