De pequeño me contaron todos los cuentos del mundo. Cientos de ellos. Mamá, mi padrino y por supuesto mi abuelo, quien siempre consideró a Caperucita como una joven valiente e inteligente, lejos del estereotipo de la pobre niña. Recuerdo esas escenas con muchísimo cariño, al tiempo que al hacerlo se dibuja una sonrisa en mi cara. Estoy convencido de que aquellas historias -al igual que a tantas generaciones- me ayudaron a integrarme en nuestro mundo, a adquirir valores, a superar miedos, a ser la persona que soy. Forman parte de nosotros, de nuestra Historia con mayúscula, de nuestro legado cultural. A fin y al cabo, ese ha sido siempre el objetivo de la tradición oral.
Quizá por ello, llevo toda una vida contando esos mismos cuentos. Me encanta ver cómo encantan. A nuestros amigos, a cada sobrina, a mis hijos... E incluso desde mi condición de médico preventivista y psicólogo, los he incorporado con éxito a la resolución de conflictos entre estudiantes de Enseñanzas Medias, habiendo obtenido una excelente valoración por parte del alumnado y algún reconocimiento académico al respecto, como aquel premio logrado en el XX Symposium Nacional de Pediatría Social celebrado en Barcelona.
Precisamente de esta ciudad nos llega la noticia de que cierto centro educativo ha decidido "retirar doscientos títulos de su biblioteca infantil por considerarlos tóxicos, al fomentar valores sexistas y discriminatorios... que podrían acabar generando violencia machista". Entre ellos, algunos tan emblemáticos como La Bella Durmiente o Caperucita Roja. Parece ser que otras instituciones consideran sumarse a tal iniciativa.
Aun respetando toda opinión, reivindicando el valor añadido de los relatos modernos igualitarios y dando por supuesta la buena intención de estas acciones, creo sinceramente que se trata de un desatino. De hecho, si estos libros fueran tan perniciosos, yo sería una persona de altísimo riesgo pues mi exposición resultó tan intensa como prolongada. Mas me siento tranquilo pensando que no es así; que esa percepción asienta en visualizar con un prisma de adulto y contemporáneo relatos para niños -con unos mecanismos de comprensión más sofisticados de lo que en principio podríamos atribuirles- escritos hace siglos, habiéndose quedado en su anécdota antes que en su categoría. Y es que en el cuento clásico, todo puede parecer extremo pero nada es casual. Ni siquiera que sea un lobo el animal que atemoriza... ni siquiera que sea rojo el color de alguna caperuza. ¿Acaso dejarían de ser sexistas si se hubieran escrito Las Tres Cerditas o si quien llevara botas fuese una gata? ¿Acaso alguien cree realmente que en las futuras generaciones erradicaremos esa discriminación machista simplemente imponiendo la quema de tales títulos?
El problema que se pretende solucionar es muchísimo más complejo. Sin duda alguna. Pero antes que por un veto a nuestros cuentos de siempre -de hecho no hay aval científico que justifique tal decisión-, yo habría abogado por su lectura crítica y reflexiva.
Estoy convencido de que esos cuentos clásicos pueden y deben pervivir en nuestros tiempos, compartiendo espacio con los más modernos. Así lo hago regularmente en cada centro educativo en los que intervenimos, con una aceptación impresionante por parte de sus alumnos. En base a esta experiencia vital y profesional, considero un grave error privar de ellos tanto a los pequeños como a los mayores, pues como dijera aquel otro cuentista llamado Buccay, los cuentos son patrimonio de todos, al servir para dormir a los primeros y mantener despiertos a los segundos.
De modo que me me resisto a caer en la acción de la ¡pobre Caperucita! y en la reacción de su censura. Mamá, mi padrino y por supuesto mi abuelo, jamás lo permitirían. Al menos en la biblioteca de nuestra casa se ha merecido el indulto.
lunes, 15 de abril de 2019
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4 comentarios:
Manuel, estoy plenamente de acuerdo contigo. Algunas personas de la case política ya no saben qué hacer para llamar la atención. Es el ruido y la violencia de los que no saben convencer con el respeto y la tolerancia.De ahí la tentación de "pasar" y no ir a votar a nadie por puro hartazgo.. . Espero y deseo que al final, cada un@ reciba lo que merezca. Quienes amamos lo bueno y lo bello que siempre ha perdurado, debemos seguir aportando lo mejor de nosotros mismos.Un abrazo
Perdón por la errata... Case o Clase.. Hubiera preferido suprimir esta palabra.. No nos dan ninguna clase ni lección quienes quieren suprimir sin más la buena tradición...
Querido primo, planteas sin duda una cuestión interesante...por un lado siento como tú nostalgia y un poco de pena ante la idea de que se pierdan las historias con las que hemos crecido; sin embargo, como mujer reconozco que sí me han perjudicado, sí han orientado mis expectativas, han moldeado la imagen de lo que una 'buena' mujer ha de ser y a lo que debe aspirar. La obediencia, la sumisión y el matrimonio como fin último son los valores fundamentales en los cuentos con personajes femeninos. Además estos cuentos nos eran leídos o narrados por nuestros padres o, como en tu caso, por profesores o personas que nos infundían el máximo respeto. ¿ Cómo dudar entonces de que lo que decían era cuestionable? No es cuestión de tomárselo a broma, yo no pretendo que en vez de tres cerditos sean cerditas, ni de que haya o no gatas con botas pero sí creo que al igual que ya se han modificado los cuentos a lo largo del tiempo (recordemos que en la versión original, la hermanastra de Cenicienta se corta un pie con un hacha para que le entre el zapato, escena que ahora se ha eliminado para no impresionar a los niños) podrían adaptarse ahora para fomentar un clima de libertad mental, para dar alas a esas niñas y niños que escuchan y no grilletes. Como tú, me aferró a mis recuerdos de infancia, algunos buenos y otros menos, con afecto, cuesta dejarlos ir... Pero objetivamente, es necesario que estos medios a través de los que transmitimos conocimientos y modelos de conducta se despojen de estereotipos e ideas anacrónicas. A veces, hay que saber dejar marchar lo que no vale.
Buenos días y mil gracias a Santiago, Silvia y a cuantos habéis leído esta entrada por vuestras aportaciones que valoro positivamente y siempre suman. Evidentemente, se trata de un tema que suscita expectación, pues solo en estas veinticuatro horas he tenido en mi blog la friolera de 839 visitas.
En cualquiera de los casos, nos seguiremos contando. Mil sonrisas.
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