domingo, 15 de mayo de 2022

Reclamaciones

Esta misma semana, a fin de realizar otra prueba diagnóstica relacionada con el proceso que he padecido, acudimos puntualmente a una cita médica en el Servicio correspondiente de mi Hospital. Dado que era a última hora, tan solo quedábamos cinco pacientes en la sala de espera, con sus respectivos acompañantes. Casi coincidiendo con nuestra llegada, entró a la prueba uno de ellos; concretamente, ese señor de avanzada edad que precisaba de ayuda para cada movimiento. Su hija, al igual que los demás, quedó fuera.
A partir de ahí, el tiempo comenzó a discurrir. A la media hora, sin que hubiesen llamado a nadie más, una enfermera pidió a esa hija que accediera al interior... A la hora, otro de los pacientes que aguardaba salió a fumar un pitillo, comenzando a dar muestras de inquietud... A la hora y cuarto, las críticas en aquella sala empezaron a desbordarse.
- En Alemania, esto nunca pasaría -aseguró la muchacha de los labios de carmín-. Allí, si te citan a las cinco, te atienden a las cinco.
- Esto ocurre porque cuelan por otra puerta a sus amigos -afirmaba convencida cierta señora, mientras su marido asienta a todo con la cabeza-. ¡Tendríamos que ponerles una reclamación!
Si bien, la peor vino de aquel hombre que regresaba de su idilio con la nicotina:
- Luego se quejan de que les pegan... ¡Si es que más de uno lo merece!
Mi mujer y yo aguardábamos quietos en nuestros asientos. Ella me pidió silencio frente a tales comentarios... ¡Le hice caso!
Ante las voces crecientes en la sala, otra enfermera acudió hasta allí tratando de insuflar tranquilidad... Ante una lluvia de de reproches, explicó que el paciente anterior sufrió cierto problema durante la prueba y que por ello habían tenido que parar. Rogó paciencia, ofreciendo incluso la posibilidad de que quien quisiera, volviese al día siguiente.
Casi dos horas después -una vez reestablecida la situación- supe que al inicio de la misma, aquel primer paciente desarrolló una arritmia cardíaca con amago de parada. Con semejante cortejo, toda la atención se le dedicó a él.
Al salir yo de la prueba, no quedaba nadie en esa sala de espera. Sin críticas, sin reclamaciones, sin pacientes impacientes... ¡parecía tan distinta! En mi última zancada en el recinto, salvando mil colillas a su entrada, percibí la sensación de que su personal sanitario había concedido a cada cual el tiempo y prestación que requería. Para mis adentros, les di las gracias.
Lo que no sé es si al final alguien acabó poniendo alguna reclamación... Y sinceramente, tampoco acierto a saber lo que habría sucedido en Alemania.

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