Aun cuando hasta hace muy poco desconocía su nombre técnico, llevo demasiado tiempo convencido de que muchas personas padecen aversión a ser felices. Se trata de esa entidad llamada Cherofobia, considerada otra de las epidemias silentes de nuestro siglo.
Sus síntomas son relevantes: sujetos más bien introvertidos con un perfil conservador y poco abiertos a ideas nuevas, invención de miedos irracionales que dan argumentos a su actitud, evitación voluntaria de experiencias agradables, temor injustificado y alejado del sentido común ante la pérdida de la felicidad o a las obligaciones que esta conlleva... para acabar siendo un problema serio que hace sentir mal a quien la padece.
Muy próxima a ella encontramos la denominada Filofobia, o pánico a enamorarse. Las personas que la sufren presentan episodios de ansiedad ante la mera posibilidad de iniciar una relación afectiva. Contra pronóstico, generan un miedo ilógico al establecimiento de cualquier lazo emocional que finalmente no supiesen controlar. Por ello, evitan mostrarse como son, rodeándose de una coraza en sus relaciones interpersonales que les impida sentirse vulnerables.
Ambas fobias -como tantas otras- pueden acabar siendo altamente incapacitantes, llevando en los casos más graves al aislamiento social. No obstante, ambas también se pueden prevenir y tratar. Además de recurrir a un profesional de ser necesario, destacamos la importancia de vivir el presente, aceptándolo y sin pretenderlo controlar -en ello, la práctica del Mindfulness podría resultar de gran ayuda-, concederse los tiempos que sean precisos, verbalizar y compartir los temores para poder superarlos o permitirse conscientemente algo tan sencillo -aunque a veces lo hagamos tan complicado- como ser feliz.
lunes, 27 de mayo de 2019
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