A pesar de tantas tasas de incidencia y de esa lluvia que asoma, esta mañana mi amigo Nicasio y yo recuperamos nuestros paseos por la ribera del Bernesga. Además de hacer ejercicio retirando parte de su basura -otra decena de bolsas entre los dos-, intercambiamos pareceres como siempre.
Todavía en voz bajita, le confesé mi esperanza de que se cumpla la predicción de esos virólogos a quienes admiro -Ana Fernández Sesma y Adolfo García Sastre- de que con su mutación Ómicron, aun debiendo seguir con las medidas preventivas indicadas, podríamos estar ante el último coletazo de la COVID19. Ambos especialistas, referentes mundiales en el tema desde su puesto en el Hospital Monte Sinaí, coinciden en que gracias a la Ciencia vamos a salir de esta; la enfermedad seguirá entre nosotros, pero básicamente como un catarro. Con toda prudencia y respeto para quienes la padecen -Nicasio se acordó entonces de su admirado Antonio Resines-, ¡ojalá que sea así!
Luego surgió otra vez el tema del precio de la luz. Aun siendo menor que la semana pasada, hoy es un 368% más caro que justamente hace un año. Con razón aquel amigo común le ha quitado las bombillas a su arbolito de Navidad... También compartimos sueños con ese décimo de lotería que jugamos a medias. Como nos toque el gordo, hemos acordado poner la lavadora al mediodía para celebrarlo. ¡A lo loco!, ¡que se note la abundancia!... Y criticamos las colas eternas ante cada banco para realizar cualquier gestión. Con tanto derroche de tecnología, ¿realmente hemos mejorado?
En tono pausado, mostramos nuestros deseos para el año venidero. Él le pide al 2022 lo de la canción: Salud, Dinero y Amor, a ser posible en este mismo orden. Yo, más Oxitocina: esa hormona relacionada con el parto o la lactancia que, entre miles de beneficios -desde establecer vínculos afectivos a incrementar confianzas reduciendo el miedo social-, disminuye los niveles de Cortisol y por tanto de estrés. Nuestro cerebro libera esta hormona del amor mientras meditamos, acariciamos cualquier mascota, somos generosos, reímos, lloramos, nos abrazamos, jugamos, comemos chocolate -como diría mi personaje Benito Expósito, cuando debas elegir entre dos opciones, toma siempre la que lo tenga- o charlamos plácidamente con un amigo, limpiando de paso nuestra ribera de río favorita. De ahí que ambos, ahora ya sí alzando la voz, acabáramos brindando por un año nuevo con más paseos, con mucha más Oxitocina.
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