Dicen que quien ha sido deportista durante su juventud, lo será por el resto de su vida. Quizá por ello, aun habiendo colgado hace tanto mis zapatillas, siga vinculado a ese Atletismo en el que estuviera federado varias temporadas, si bien a partir de entonces solo entrenando por mi cuenta o participando en propuestas populares.
Ayer nuestro amigo Nicasio me animaba a apuntarnos a la próxima: otra organizada por la ONG Entreculturas, bajo el lema Corre por una causa. Sin embargo, en esta edición no va a poder ser. En la última carrera que disputé a finales de diciembre en nuestro querido Toral de los Guzmanes -aquella también era solidaria, en favor de la Lucha contra el cáncer-, tuve una lesión tendinosa que -pese a fisios e ibuprofenos- resulta demasiado limitante y por ahora me impide correr.
Lo siento por sus organizadores -tan comprometidos siempre con la Educación y el Desarrollo en los lugares con menos oportunidades-, por Nicasio, por mí mismo... Y, en especial, por Manuel pequeño, con quien suelo realizar cada recorrido propuesto. A menudo, cual si fuera mi propia causa o una metáfora de nuestra vida, le llevo en la mochila su ropa sobrante junto a algún botellín de agua. Como reza la canción, lo más lejos a su lado... admitiendo, eso sí, que al margen de esas lesiones -como una continuación de aquella misma metáfora- cada vez me saca más ventaja.
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