Ciertamente, no juegan ante miles de espectadores, no compiten por ser el mejor del mundo y ni siquiera son recibidos con vítores al volver a su cotidianidad... Puede incluso que pasen desapercibidos, que apenas protesten ante ese revés que están viviendo o que deban dejar de hacer cosas que hasta entonces hacían con naturalidad... Pero sin duda, son también héroes y heroínas, en el sentido de que nunca se rinden, que continúan enfrentándose con tesón a ese bicho que les ataca, que en su vida no darán ninguna bola por perdida.
En este Día Mundial contra el Cáncer me acuerdo de Ana -como seguidora suya que es, de seguro que luego leerá esta entrada en mi blog-, Lorenzo, Marta, Lucía -encantada con aquel decálogo sobre el tema que escribí en mi novela Siete paraguas al sol-, Alfonso, Manolo, Eva... Y tantos otros pacientes que lo sufren -sea del tipo que sea-, algunos de los cuales contemplo cada mañana durante sus sesiones en nuestro Hospital.
Quizá por esta pandemia que nos asola, a veces parezca que no existen otros males que ella misma, siendo necesario devolver a quienes los soportan su visibilidad. Por tal coraje, por ese esfuerzo, por su paciencia, porque todos son unos campeones. De ahí que les haga extensivo ese lema que compartimos a veces entre sanitarios al cruzarnos por nuestros pasillos: ¡Ánimo y Fuerza! Sin olvidar que, como asegurara aquel Christopher Reeve que tanto supo de héroes y heroínas, una vez que elijas la esperanza, todo es posible.
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