Con motivo de esta pandemia de Coronavirus, a principios de abril la primera ministra de Nueva Zelanda anunció una rebaja de su sueldo del 20% durante al menos seis meses, así como de los del resto de ministros y jefes ejecutivos de servicios públicos, salvoguardando de ella a los trabajadores esenciales que desarrollaran su labor en primera línea, como reconocimiento a los sacrificios de los ciudadanos por las medidas de contención decretadas. Dicho gesto -calificado, por cierto, como populista e ineficaz por algunos mandatarios de nuestro país- fue valorado positivamente por sus habitantes, hasta el punto de que hubo un compromiso global en cumplir con cada medida de control.
Causal o casualmente, hoy mismo Nueva Zelanda ha sumado cien días seguidos sin declarar ningún caso COVID19, hasta el punto de que ya hay quien asegura que la epidemia allí se ha erradicado. El último caso diagnosticado data del uno del mayo y en total la enfermedad ha causado 22 fallecimientos. El cumplimiento social de las normas preventivas -incluyendo confinamientos y rastreo de contactos- ha resultado impecable. Sus fronteras permanecen cerradas y cualquiera que llegue al país debe cumplir una cuarentena de 14 días.
En estas circunstancias, la población del archipiélago ha regresado a su vida normal, sin distanciamiento social y con público autorizado en eventos deportivos o culturales.
España se ubica geográficamente en las antípodas de Nueva Zelanda. Lo que nunca pensé es que también, en estos tiempos del Coronavirus, estuviéramos tan distantes.
domingo, 9 de agosto de 2020
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