Cuando le pregunto a nuestra Sirenita sobre lo que más le gusta hacer, me responde que bailar. De hecho, desde muy pequeña, aprendió a moverse al ritmo de las nanas con las que cada noche le acunamos.
Seguramente por eso, al principio de este extraño curso nos pidió asistir junto a alguna de sus amigas a cierta academia de baile. Elegimos Rumballet, en la ciudad de León, donde cada miércoles se convertía por una hora en otra intrépida bailarina.
Hoy, nueve meses después, celebraron su gala final entre mascarillas y distancias de seguridad, combinando músicas de mil estilos. Entre ellas, una obra de ballet en la que esa niña que sueña con sus pies se sintió sencillamente feliz.
Lo hizo genial, lo hicieron todas fenomenal.
Mil gracias al personal de Rumballet por esa dedicación, a su mágica profesora Sandra por tantas enseñanzas y cariños, a sus compañeras por compartir tal pasión, a nuestra Sirenita por ser nuestra Sirenita... Y a todos en esta tarde, por recordarnos que no siempre podemos elegir la sinfonía que la vida nos toca, pero sí cómo la bailamos.
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