lunes, 7 de junio de 2021

Toño Morala, in memoriam

No le leí mucho, pero le leí... No le conocía mucho, pero le conocí... Y por andar a caballo entre un teléfono de guardia y el horario de mis hijos, ayer apenas pude estar en su homenaje, pero estuve. Junto a su familia, junto a tantos amigos, paisanas, compañeros.
En esta apología de nuestra brevedad, había descubierto en Toño Morala a ese poeta sencillo, sublime, de pueblo y del pueblo, siempre generoso, cuyos versos preludian a una excelente persona.
Revisando mi memoria, fue nuestra amiga Flor quien nos presentó en cualquiera de esas sesiones de Cuento Cuentos Contigo. Me dio otro de sus abrazos que tan bien le definían. Después coincidimos en cierto filandón. 
A sabiendas de tal legado, de seguro que me habría encantado coincidir mucho más con Toño. De hecho, pienso hacerlo a través de su obra. Por paradojas del destino, casual o causalmente, fue la propia Flor quien compartiría la noticia de su adiós.
Como ilustrara en su honor aquel amigo común llamado Lolo en la viñeta del diario en el que ambos publicaban, tendría que estar prohibido que la buena gente muriera antes de los cien años... Y asumiendo su argumento, y más, si son poetas.

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