Llevo sin palabras desde el jueves, cuando apareció el cuerpo de la pequeña Olivia, confirmando una tragedia tan difícil de imaginar. De la misma edad que mi Sirenita, resulta incomprensible tanta maldad, tanta crueldad, tanto ensañamiento ante tal inocencia. Desde ese día me siento triste, impotente, apenado... acordándome en la distancia de su madre, de su familia, de todo por cuanto están pasando.
Ahora falta encontrar a su hermana, e incluso a ese monstruo abominable para que el caso no quede abierto. Que nuestros políticos, los medios de comunicación y la sociedad en general estemos a la altura, que recuerden que hablamos de unas niñas, que ninguno pretenda sacar redito electoral, informativo o de cualquier otro tipo partiendo de esta desgracia, que nada ni nadie dé la menor coartada a una violencia cuya relación de víctimas no deja de aumentar.
Anna y Olivia, siempre juntas. Apenas guardo palabras para más.
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