Actualmente hay días internacionales para casi todo: desde los valores más trascendentales hasta la última de las minucias. Y en ese pleno de notas en el calendario, hoy 16 de enero le toca el turno al Día Internacional de la Croqueta.
Si lo reseño, no es tanto porque sea una comida mundialmente conocida ni porque en casa nos resuelva alguna cena, sino porque gracias a ellas conseguí mi primer reconocimiento literario. Fue hace muchos años, siendo un chiquillo, cuando Radio Zaragoza organizaba aquel certamen culinario, premiando cada semana la receta más original. Por entonces mi madre hacía unas croquetas de pollo de rechupete, de manera que decidimos desvelar su secreto y participar por carta en aquel concurso.
- Leche, harina, pechuga desmenuzada, una pizca de sal...
Y eso sí: ¡muchísimo cariño!
Sorprendentemente ganamos el primer premio. Cuando mi madre lo compartía con las vecinas, estas preguntaban extrañadas:
- Pero, ¿cómo es posible que hayáis ganado con la receta de un plato tan sencillo?
A lo que mamá les respondía:
- Porque no sabéis lo bien que la escribió mi hijo.
Aquel episodio de infancia -tan entrañable que sin él no sé si ahora me sentiría escritor- quedó reflejado en un relato titulado precisamente así, Las croquetas de pollo, incluido en mi libro Cartas para un país sin magia (Ediciones Irreverentes).
¡Que nos aprovechen!
miércoles, 16 de enero de 2019
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