Mi abuela Concha, esa que siempre insistía en que de bien nacidos es ser agradecido, no me perdonaría que a estas alturas aún no hubiera mostrado mi gratitud más sincera a la presidenta del Colegio Oficial de Médicos de Zaragoza (COMZ) por la acogida que me dieron en el último acto literario que celebré el pasado año, dentro del I Ciclo de Médicos Escritores que tan brillantemente organizan. También al resto de personas implicadas en el mismo y a su coordinador, mi colega de letras y preventiva Wenceslao Varona. Y por supuesto, entre amigos y lectores, al numeroso público asistente que encendió esa chimenea intangible para dar más calor a un evento que siempre recordaré.
Allí estuvo quien fuera mi maestro en la Medicina y director de mi tesis doctoral, uno de mis editores, mi entrenador de atletismo cuando hacía atletismo, algún vecino de infancia, muchos compañeros con los que nunca dejé de compartir...
Mil gracias a todos por todo, incluido ese detalle de que al final del encuentro se agotaran las existencias de alguno de mis títulos que habíamos llevado.
viernes, 4 de enero de 2019
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