Jenaro, el de los 14 es una película española de los años setenta, dirigida por ese genio de la comedia llamado Mariano Ozores. Protagonizada por Alfredo Landa, su argumento versa en torno a un humilde pregonero a quien cierto domingo le cambia la vida tras ganar varios millones acertando los catorce signos de la quiniela de fútbol.
Hace apenas tres jornadas, junto a esa peña de amigos con la que acostumbro a compartir, estuvimos a puntito de vivir una experiencia similar. Porque al comprobar nuestro boleto, constatamos que habíamos cuadrado todos los pronósticos, si bien al fallar el denominado pleno al quince resultó imposible acceder a ese bote acumulado de tres millones de euros. Y eso que anduvimos tan cerca que si el delantero centro del Cádiz llega a marcar gol contra el Español en esa última jugada, nos lo habríamos llevado. A veces la suerte, para bien o para mal, pasea a escasos centímetros de nuestra portería.
Aun así, siendo tantos a repartir, pillamos un aguinaldo anticipado que nos ha llenado a todos de alegría. Incluso otro amigo de vida me felicitó con simpatía apodándome Manolo, el de los 14. Bueno, ¡alegría para todos menos para uno!, pues ahí sigue algún peñista anclado en aquel error del delantero, lamentándose de lo cerca que estuvimos de un gran premio y quejándose por ello de su mala fortuna. De nada le sirve nuestro consuelo, ni el aliento para que valore ese pellizco que nos ha caído del cielo.
Ciertamente, vuelve a ser aquello del vaso medio lleno o medio vacío. Y es que, como acabaría descubriendo aquel Jenaro de la película, cada vez estoy más convencido de que la suerte no está en lo que nos pasa... sino en cómo lo vivimos.
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