Cualquier mañana soleada supone una invitación para pasear entre parajes naturales, como acostumbro a hacer cada sábado -siempre con permiso del Balonmano de mi hijo- con el bueno de Nicasio. A pesar de lo agradable del recorrido, hoy le sentí preocupado... y con ganas de conocer mi opinión sobre alguno de esos asuntos que aparentemente le angustian.
De hecho, no tardó en preguntarme por la evolución de esta sexta ola de la COVID19, que sigue batiendo récords de incidencia y cuyos ingresos diarios en UCI equivalen a casi la mitad del peor pico del repunte habido hace un año. Ciertamente, le respondí que desde mi puesto de preventivista en un Hospital -responsable de sus aislamientos-, estamos preocupados por la presión asistencial que conlleva y sentimos a diario en nuestra piel. Aunque resulte impopular y siguiendo las premisas de mi colega, el epidemiólogo Quique Bassat, yo propondría en periodos así el llamado confinamiento express, consistente en parar el sistema de actividades no esenciales durante al menos 10 días, lo que en otros países europeos se ha traducido en una caída drástica del número de contagios. Desde luego, por mucho que lo diga cualquier presidente, pienso que aún estamos lejos de que esta pandemia se gripalice, pues con esas tasas de vacunación tan bajas en los países en vías de desarrollo, la probabilidad de nuevas variantes continúa siendo alta. Tampoco me preocupa nada esa carrera de postureo por ser el primer estado que declare endémica la COVID19... Y, por supuesto, su propagación poco tiene que ver con los vientos del nordeste. Pero en fin; ¡parece que lo que desconocen nuestros científicos lo saben cada vez más nuestros políticos!
Luego me cuestionó sobre el conflicto EE.UU.-Rusia con motivo de Ucrania. Sin duda y ante intereses tan dispares, ¡mal asunto! Suenan tambores de guerra aunque, como siempre, no los queramos escuchar. Me encantaría ser optimista y hasta utópico, creyendo que con salir a la calle tras una pancarta gritando ¡No a la guerra! rebajaríamos sus tensiones. De manera que solo queda confiar en la diplomacia y en el sentido común de los pueblos, porque en el de sus dirigentes hace tiempo que lo hemos perdido.
Y me interrogó sobre ese dato de que nuestra ciudad haya tenido el mes de diciembre más cálido desde que existen registros de temperatura. Otra consecuencia más del cambio climático, que debe considerarse durante un periodo, no como hacemos a menudo en un día puntual. Y es que tal hecho no se refiere a sitios distantes como la Antártida o Groenlandia, sino al mismísimo lugar en que vivimos. Porque de seguro que todos queremos un mundo mejor para nuestros hijos, pero nos negamos a renunciar a esos pequeños actos que poco a poco lo van degradando. Solo para comprobarlo, le invitó a que compruebe la cantidad de basuraleza que arrojamos a pasajes tan hermosos como la ribera del Bernesga o que se asome a la terraza de debajo de mi casa con sus cinco calefactores encendidos -sin regulación alguna y con la consecuente emisión de gases con efecto invernadero-, incluso en mañanas tan soleadas como las de este sábado que invita a pasear.
Al final, y a sabiendas de nuestra afición al Balonmano, quisimos despedirnos con una buena noticia: tal y como está jugando, vemos a la selección de España con muchas posibilidades de reeditar su título de campeona de Europa. ¡A menudo, lo de más es lo de menos! Y es que últimamente, para encontrar alguna noticia positiva en cualquier telediario, no queda otro remedio que recurrir a su sección deportiva.
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