Como no podía ser de otra manera en una casa con tantos músicos, ayer celebramos su patrona Santa Cecilia mediante un concierto de lo más particular. Mientras la Sirenita acertaba en sus primeras notas al piano, el Principito volvía a exhibirse al trombón, compartiendo unas cuantas melodías con toda la familia.
Entre medias, leímos cierto relato mío cuyo título coincide con una de nuestras máximas: Nulla Vita sine Musica, recientemente publicado en la antología La memoria del Jardín.
Y cerramos la jornada disfrutando de esa audición en las redes de nuestro amigo Héctor Sánchez, quien al piano nos deleitó con la pieza Montescos y Capuletos -perteneciente a la obra Romeo y Julieta- del genial Sergei Prokofiev.
Sin duda, otro día pasado por Música que -como apuntara alguno de mis personajes- será siempre el arte de hacer bailar al corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario