En este contexto, desde principios de octubre venimos coordinando la campaña de vacunación antigripal. La verdad es que en estos tiempos del Coronavirus la tasa de vacunados ha crecido significativamente, en especial entre las poblaciones de mayor riesgo. Sin embargo, ayer vivimos una objeción -legítima por otra parte- basada en distintos bulos que debemos desmentir.
Se trataba de una mujer que -con aparente normalidad- se negaba a vacunar a su madre dependiente e institucionalizada porque no quería que experimentasen con ella, porque está demostrado que el riesgo de morir por COVID19 aumenta entre los vacunados contra la Gripe y porque se está aprovechando esta campaña para acabar con los mayores de nuestra sociedad... ¿Acaso no han fallecido cientos de personas en Asia después de vacunarse?, nos preguntaba.
Reconozco que, con el corazón en una mano y mi sapiencia en la otra, ninguno de esos razonamientos resulta verdadero. No existe ni una sola evidencia científica al respecto. De ser así, yo jamás me habría vacunado, ni mucho menos se la habría administrado a la Sirenita o al Principito.
Y en cuanto a la información recogida por algunos medios de que ciertos países orientales han paralizado tal campaña por defunciones relacionadas con esta vacuna, debemos aclarar que sus propias autoridades sanitarias han desacreditado esa supuesta relación causa-efecto, insistiendo en la seguridad de cada preparado.
De ahí que pretendamos transmitir un mensaje de tranquilidad, desde la esperanza de que una mejora en las coberturas vacunales pueda paliar el impacto sociosanitario de una posible coincidencia de la Gripe estacional y la pandemia de COVID19 aún activa.
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