En el preámbulo de los sueños de anoche, justo después del penúltimo cuento, mi Sirenita me hizo esta propuesta: ¿Por qué no nos cambiamos de vida? Tú vas a mi clase de Infantil y yo a tu trabajo ¡Solo un día, porfi! Además de original, me pareció una idea de lo más tentadora, por lo que rápidamente acepté.
Entonces ella me indicó que en su aula no debería confundir a Alba con Alma, porque aunque se llamen parecido son muy diferentes. A una le gustan las acuarelas; la otra es más de plastilinas. También me advirtió que si jugáramos al pilla-pilla tendría que correr mucho para que no me atrapasen, que quien cumple años sale el primero, que no podré compartir mi bocadillo hasta la hora del recreo y que, por supuesto, aunque pierdas a la rayuela no te puedes enfadar. En su proceso de lectura, apuntó que ahora están aprendiendo la letra M de la señora Montaña; que no me confunda en la escala de colores, que en inglés Papá suena Daddy, que la Música es su clase favorita. Como los demás niños del cole, para protegerme del Cornavirus -así le llama nuestra Sirenita- tendré que llevar mascarilla, echarme gel en las manos y cumplir con una serie de medidas que aunque parezcan liosas no lo son tanto. Respetuoso con las reglas de juego y ante cada una de sus exenciones. Por último, a la salida, nos estará esperando mamá.
Y yo, ¿qué tengo que hacer en tu trabajo?, me pregunta con esa sonrisa de ingenuidad. ¡Bendita infancia! Trataré de explicárselo esta noche, si bien no tengo dudas de que mi mundo de los mayores será mucho más aburrido.
martes, 15 de septiembre de 2020
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