La crisis económica que acompaña a esta pandemia se ha cebado con determinados sectores. Uno de ellos que conozco particularmente bien es el del taxi. Por tener un familiar y varios amigos en él, sé que su volumen de facturación ha descendido significativamente en estos tiempos del Coronavirus, hasta el punto de que en muchos casos resulta imposible cubrir todos los gastos que genera.
Ayer a estas horas se produjeron en Zaragoza dos hechos simultáneos que hurgan aún más en esa herida. Por un lado, cierto delincuente atracaba a un taxista, quitándole la calderilla que llevaba -dadas las circunstancias, tampoco hubiera sido un gran botín- y llevándose su vehículo. Por otro, cierta entidad bancaria cargaba en la cuenta de un segundo taxista cualquier pago inesperado para el que no había saldo suficiente y, pese a percibirlo a primera hora de la mañana subsanándolo de inmediato con un ingreso, le han facturado 35 euros por impagos.
Ciertamente, ¿quién ha sido más ladrón?
Al primero le han detenido esta misma tarde. Al banco ya le he avisado de que o devuelve ese dinero o vamos a movilizarnos -a través de Atención al Consumidor o donde haga falta- para que valoren la oportunidad de su operación. Y es que a menudo pienso que he heredado ese gen de mi paisano Paco Martínez Soria, quien en aquella comedia inolvidable titulada Don erre que erre se lo advertía claramente a algún usurero: yo que usted, daría marcha atrás.
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