En este año 2020 empieza a no haber cabida para tantos adioses: mi tía Consuelo -un auténtico amor-, nuestros amigos Cayetano, Chema, el mago Machi, recientemente Edith, mis colegas Antonio e Isabel, mi compañero Pedro... y un etcétera demasiado largo para tan corto trayecto. Personas todas sencillamente extraordinarias que dejaron su poso en mí y a quienes jamás olvidaré.
Ayer se sumó a esa lista otro ser único: Joaquín Carbonell. Aun sin considerarlo familia, amistad, colega o compañero, fue, es y será otro de mis referentes. Como cantautor, como artista, como escritor que apostó siempre por la Libertad, por tantos valores, por nuestra cultura popular.
En los tres o cuatro conciertos suyos a los que asistí, transmitía un inmenso amor por ella. En las tres o cuatro ocasiones en las que personalmente coincidimos -todas con motivo de alguna entrevista para su diario-, me transmitió un trato afable y cercano. En aquella presentación de cualquiera de sus libros, al acercarnos en busca de su dedicatoria, me distinguió entre la gente: ¡Hombre, Manuel!... Siempre tan liado y has podido venir...
Desde aquí, vaya mi reconocimiento, mis gracias y esta despedida que aprendí de la letra de alguna de sus canciones:
Aunque me voy, no me voy.
Aunque me voy, no me ausento.
Aunque me voy de persona,
me quedo de pensamiento.
Y es que, querido Joaquín, tú nunca te irás.
Descansa en Paz.
domingo, 13 de septiembre de 2020
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