El teléfono de guardia sonó hacia las seis. No era la primera llamada de la tarde ni sería la última... pero resultó la más particular. Otro incidente relacionado con ese maldito virus que ayer batió récords de casos confirmados en mi provincia, que ha saturado de nuevo las UCI y mermado tantas camas de nuestros hospitales. Cada vez que alguien nos dice que no cree en la existencia del bicho le invitaría a que viniese conmigo tan solo una jornada de trabajo.
Ante dicha contingencia y según el protocolo establecido, corresponde al epidemiólogo valorar sus riesgos y -en función de ellos- actuar. Como tantas otras veces, se plantean dos opciones con todo lo que conllevan: clausurar o no un establecimiento de personas especialmente vulnerables. Y aunque no lo parezca, hay razones convincentes para cualquiera de ambas.
Estoy junto a mi hijo; enseguida nota que me cambia el semblante. Nos cruzamos con una amiga; lejos de saludarle como merece, despachamos sin sonrisas. Lo consulto con mi Jefa de Servicio, con Servicios Centrales, remiro nuevamente las guías de actuación... A eso de las siete, acertadamente o no, decido.
Así sumamos seis meses... ¡Y lo que nos queda! Tomando decisiones, asomado al precipicio de la responsabilidad, mientras mis hijos comentan que no les gusta verme tan serio.
Al volver a casa, pasamos por la terraza del bar de nuestra esquina. Sus veinte mesas están tan abarrotadas que se entremezclan las unas con las otras. Apenas hay mascarillas. El mismo regidor que en primavera manifestaba su preocupación por el cambio climático, proclama su confianza en que los calefactores -esos que favorecen el efecto invernadero- prolonguen en invierno esta actividad. ¡Demasiadas paradojas!
A las once me acuesto, mirando de reojo el teléfono de guardia. Como si fuera una última oración, le ruego que duerma.
Por suerte, acertadamente o no, mañana será otro día.
1 comentario:
Así estamos al borde del precipicio, yo tb compruebo las terrazas y las reuniones con la gente pasando de mascarilla y distancia. Un pasito más y para abajo
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