sábado, 9 de abril de 2022

¡Bromas, las justas!

No hace mucho, paseando junto a Nicasio por algún parque de nuestra ciudad, cierto mendigo bastante conocido en esa zona nos saludó, mientras me decía en tono jocoso:
- ¡De ti ya sabes que no quiero nada! Lo que me vayas a dar, gástatelo en crecepelo.
Le respondí con un buenos días y otra sonrisa, mientras seguimos caminando.
Media docena de pasos después, mi amigo me preguntó que por qué consentía tal comentario, ya que en su opinión era un insulto claro que pretendía reírse de mi alopecia.
Yo le contesté que apenas me molestaba, que lo consideraba una broma y que más bien lo que él quería era reírse conmigo.
- Pues a mí, ¡bromas, las justas! -insistió.
A la semana siguiente, después de que en la ceremonia de los Oscar, el actor Will Smith abofeteara al presentador Chris Rock por cierto chiste a propósito del corte de pelo de su mujer -secundario a un proceso patológico-, Nicasio me recordaba aquel primer incidente.
- ¿Acaso el presentador no se pasó de listo con ella? ¿Acaso ese indigente no se propasó contigo?
En mi opinión -la última de las últimas-, sin pretender juzgar a nadie -demasiado tengo con juzgarme a veces a mí mismo-, entendiendo que en una ceremonia así se acostumbra a interactuar con el público e incluso validando que objetivamente su comentario pudiera ser inoportuno, quiero creer que Rock jamás tuvo intención de molestar a nadie. Probablemente ni siquiera conocía los motivos de tal peinado. Su lenguaje gestual -mucho más comunicativo que el propio lenguaje oral- apuntaba en tal sentido. 
Otra cosa es la reacción posterior de Smith -quien, evidentemente, se sentiría agraviado-, con todas sus razones y matices, que le ha generado una catarata de críticas. Dado que por obvia tampoco aporta nada, no añadiré la mía.
En cualquier caso, cada vez resulta más difícil gastar y aceptar cualquier broma. Ante esa aureola que vivimos de lo políticamente correcto, cada vez cuesta más hacer un comentario indemne, de esos que nunca molestarían a nadie. Ese humor inteligente, libre de polvo y paja, al que remite Nicasio podría acabar convirtiéndose en una especie de autocensura. ¡Bromas, las justas! Tal vez deba ser así... Quizás hasta en el próximo paseo me acabe enfadando con aquel mendigo que saluda mediante esa letanía del crecepelo. 
Todo sea por sobrevivir a estos tiempos tan serios que nos ha tocado vivir.

No hay comentarios: