Estoy de acuerdo con aquel ilustrado germano llamado Gotthold E. Lessing, para quien la oración más perfecta sería un solo pensamiento de gratitud hacia el cielo. Y es que, en esta recta final de mi recuperación -constatando que todo ha ido aceptablemente bien-, quisiera dar las gracias a tantas personas que han estado ahí en estos meses, pendientes de mí, preocupándose y preguntándonos. Desde aquí, desde allá; en persona o telemáticamente. Deseo que sepan que me he sentido tan querido como acompañado, aportando su presencia un indudable poder terapéutico. Obrigado, que relataría nuestro amigo Mauro con ese acento portugués que le delata, sin saber si podré corresponder a tal derroche de afecto.
Y que tomándole prestada otra palabra, me permito también decir Saudade, traducida algo así como nuestro corazón os echa de menos. De manera que en breve, quizás a lo largo de la próxima semana, espero retomar poco a poco la normalidad, incluyendo mi actividad literaria. Advierto que a este respecto habrá muchas sorpresas, siempre tuteladas por ese agradecimiento. Será que como aprendí de pequeño de alguien ni tan alemán ni tan filósofo como Lessing -la Ilustración de mi abuela asentaba en su refranero-, de bien nacidos es ser agradecido.
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