viernes, 22 de abril de 2022

En el Día de la Tierra

De entre el refranero de mi abuela Concha, destacaba aquel dicho que insistía en que las cosas del suelo no se cogen. Ella era capaz de reconocer la belleza, de encontrar la frase exacta para cada momento, de ser viento bajo nuestras alas. Pese a ello, mi abuelo Ildefonso nunca le hizo demasiado caso. A fin de cuentas, en aquellos tiempos de posguerra, él solía recoger colillas que los fumadores tiraban a la acera para desmenuzarlas y revender de nuevo su labor del tabaco. Esa misión de estraperlo era, sin duda, un método infalible para llevar algo más de dinero a casa que –por entonces, con cuatro hijos y una cartilla de racionamiento- buena falta les hacía. A fin de cuentas, los puertos quedaban lejos y, aun sin olvidarse nunca de su mar, hubo de reconvertir aquella profesión en maletero de una estación del ferrocarril... 
Paralelamente, sesenta años después y aun cuando sea por distintos motivos, me encuentro como él: sin hacer caso a nuestra abuela y recogiendo colillas de diferentes espacios naturales. Cada vida es propia, pero estoy convencido de que las vidas resuenan. Unas veces de forma organizada, a través de esa asociación a la que pertenecemos y que dedica parte de su esfuerzo a limpiar de basura tantas riberas de río… Otras de manera improvisada, como esas batidas junto a mis hijos y algunos de sus amigos, en aquellas playas en las que pasamos cada verano...
En todo caso, la educación al respecto resulta fundamental. Encontrarle sentido a algo que parece que no lo tiene. Si mi abuelo recogía colillas del suelo para salvar a su familia, nosotros las recogemos desde la convicción de que así ayudamos a salvar nuestro planeta. Con Fortaleza, aun cuando lo peor de ser fuerte es que se dé por supuesto que siempre estarás bien... Con Bondad, aunque lo peor de ser bueno sea que den por supuesto que siempre dirás que sí... Con Humildad, sabedores de que creer ser algo es el gran obstáculo para serlo de verdad: quien cree que ha llegado, no camina... Y especialmente, con el Entusiasmo que caracteriza a todos cuantos celebramos este Día de la Tierra.

Nota: Texto perteneciente al epílogo Recogiendo colillas de mi libro Catorce lunas menguantes (MAR Editor), ilustrado por la genial Raquel Ordóñez Lanza y galardonado con el II Premio Liliput de Narrativa Joven.

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