domingo, 29 de marzo de 2020

Cuando fuimos campeones

El listado de bajas por Coronavirus en el día de hoy parece un parte de guerra. Diría que terrible si no fuera porque nos estamos quedando sin adjetivos. Patrullas militares en algunas calles aportan veracidad a ese escenario.
Ante todo conflicto bélico ha de quedar muy claro quién es nuestro enemigo; en este caso el maldito Coronavirus, junto a ese cortejo suyo de mercenarios: los miedos, la irresponsabilidad... Y tener claro también quiénes son nuestros héroes. Para mí, cada profesional a los que aplaudimos, junto a esa retaguardia que -de manera consciente- sabe quedarse en casa.
Sin embargo, he descubierto que para mi hijo el auténtico héroe soy yo. Y no por ese trabajo en esta epidemia, sino por aquel día en el que fuimos campeones.
Y es que nuestro Principito no lleva bien su confinamiento. Está inquieto y a menudo manifiesta su deseo de salir. Entonces yo me siento a su lado, le abrazo -pocos gestos desactivan tanto nuestro estado de alerta corporal- y repetimos la misma historia:
- Falta apenas un minuto para acabar el partido. Es la final del campeonato escolar de balonmano, categoría infantil: Jerónimo Zurita contra Marianistas. Vamos empate, si bien atacan ellos y jugamos en inferioridad. Cinco contra seis. Yo estoy en el banquillo... ¡Menos de treinta segundos! Otra expulsión en defensa. Somos cuatro contra seis. Nuestro entrenador decide que salga... El equipo contrario mueve constantemente el balón para jugarse el encuentro -y la final- a un solo tiro... ¡Diez últimos segundos!... Y en ese preciso instante intercepto un pase al pivote, esquivo a dos atacantes, avanzo media cancha y en el momento que van a placarme, paso el balón a mi alero quien completamente solo marca el gol de la victoria... ¡El colegio Jerónimo Zurita se proclama campeón! Contra todo pronóstico, hemos ganado.
Diría que fue un día memorable si no fuese porque nos quedamos sin adjetivos.
Confieso que no recuerdo si exactamente sucedió así y que incluso en cada versión añado algún detalle nuevo. Pero lo importante es que Manuel pequeño me presta su atención, se relaja, sonríe, percibe los valores que quiero transmitirle -desde la fe en tus anhelos a la generosidad del juego en equipo con aquella última asistencia- y acaba prometiendo:
- Algún día, papá, yo también ganaré un partido así.
Aunque quizá no lo sepa, cada vez estamos más cerca de conseguirlo.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Amigo Manuel, creo que el ejemplo que demos a nuestros hijos en esta situación va a marcar fuertemente su carácter a futuro, pero también creo que también estamos aprendiendo mucho de ellos y de nosotros mismos. Vuestra valentía nos hace fuertes a todos. Mucho ánimo y abrazos virtuales para ti y tus compañeros, nuestros héroes.

Unknown dijo...

Gracias por crear héroes en este momento tan delicado.