Hubo un día en que elegí ser epidemiólogo para poder desarrollar mi trabajo en algún país lejano. Y así, cuando estudiaba el abordaje de una intoxicación alimentaria o de cualquier brote respiratorio, me veía a mí mismo aplicándolo en el futuro más allá de nuestras fronteras.
Sin embargo, paradojas de la vida, al final he acabado ejerciéndolo en algunas de las peores crisis que ha vivido España. Me visualizo con tristeza en esa medioambiental, la del Prestige, participando en el estudio de cohortes para evaluar los efectos del chapapote sobre las poblaciones afectadas... Me recuerdo con muchísimo dolor en aquella terrorista, la del 11-M, colaborando en la recuperación psicológica de las víctimas... Y ahora me veo con preocupación en esta sanitaria, la del Coronavirus, que ha llevado incluso a que se decrete el estado de alarma.
De cada una de ellas he aprendido algo que debía aprender y en todas he descubierto la importancia de afrontarlas con responsabilidad. Por eso -desde mi experiencia, desde mis conocimientos-, me adhiero para estos días a la recomendación de algo tan sencillo como quedarse en casa. ¡Quién me lo iba a decir a mí en aquellos tiempos de residente en los que soñaba con perderme por el mundo! Porque la única manera de ganarle la batalla al Coronavirus es el aislamiento aun sin que estemos enfermos... Porque al romper la cadena de transmisión, disminuimos el número de afectados evitando que el sistema sanitario se colapse... Y porque, como dice el lema de esta campaña, nunca antes había sido tan fácil salvar vidas. Lo único que tenemos que hacer es quedarnos en casa.
sábado, 14 de marzo de 2020
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