Siendo estudiante en la Facultad, un profesor de Psiquiatría nos advirtió del riesgo que en la práctica médica diaria tiene el vínculo clínico; esto es, establecer una relación especial con aquellos enfermos a quienes tratamos. Según su teoría, en algunos casos ese vínculo podría condicionar negativamente nuestra actitud, como ocurre en el llamado síndrome del recomendado: aparición de imprevistos o complicaciones no habituales en pacientes en los que -paradójicamente- se pretende realizar una atención más esmerada. En otros podría hacernos sufrir por encima de lo necesario, al sentir como propias sus consecuencias, incluyendo la dolencia o hasta su muerte.
A pesar de tales advertencias, doy por seguro que ninguno de mis compañeros siguió puntualmente su predicado. A fin de cuentas, cualquier paciente es muchísimo más que una suma de síntomas y signos... Sin olvidar que somos personas y que -como tales- tejer relaciones forma parte de nuestra condición.
En estos tiempos del Coronavirus en los que a diario repaso listas y listados, descubro que mi ciudad es más pequeña de lo que creía. Así, en cada revisión reconozco entre sus nombres a amigos, colegas, vecinos... A decenas de almas con las que de un modo u otro hemos establecido miles de vínculos.
Por ello me duele como propia su angustia, su sufrimiento... Y lamento en lo más hondo cualquier noticia fatal, como el adiós del bueno de Cayetano o de ese mago genial apodado Machi.
A aquel sobresaliente de Psiquiatría le he traicionado demasiadas veces pues sigo/seguimos sembrando vínculos en nuestro quehacer cotidiano. Mas no porque seamos sanitarios, sino -sencilla y simplemente- porque somos seres humanos.
domingo, 22 de marzo de 2020
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario