Como vivimos en el primer piso, disponemos de esa terraza que da a un patio de vecinos. Allí es donde más hemos jugado durante este confinamiento. Y allí también, a través de sus ventanas, coincidíamos todos a las ocho de la tarde para aplaudir a tantos profesionales -sanitarios o no- que han combatido y siguen combatiendo contra ese maldito Coronavirus.
Aquel domingo alguien decidió que fuera el último; las ovaciones se apagaron. Sin embargo, desde algún balconcillo de allá arriba, unas palmas tenues continúan acudiendo cada día a esa cita. Es el aplauso sincero de cierto señor de edad avanzada, que sale, aplaude un minuto y se retira de nuevo a su aposento.
Ayer mi Sirenita quiso saludarle desde abajo, pero él no la vio. Según nos dijo su hija, apenas tiene recuerdos y no se entera de mucho. Además, desde que pasó esa COVID19 que le tuvo ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos, se ha quedado muy débil. El único exceso que desempeña a lo largo de su jornada es realizar ese gesto, para dar las gracias a aquel personal del Hospital que le salvó la vida.
Su yerno insiste en que nunca recuerda nada, si bien aún conserva una memoria que -incluso las personas consideradas sanas- olvidamos fácilmente: la de la gratitud.
jueves, 28 de mayo de 2020
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2 comentarios:
Mi aplauso para este valiente que venció al virus, y siente gratitud sincera por todos los que le cuidaron. Un abrazo
Mi aplauso también para ese señor por ser agradecido y para ti por contarlo. Muchas gracias Manuel. Cris.
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