Entre alerta y alerta epidemiológica, acostumbro a regalarme algunos retazos de lectura. A veces los comparto con Manuel pequeño, quien ha empezado a redescubrir su primera infancia con esos catorce cuentos que yo le compusiera.
Ciertamente, hacía mucho que no me asomaba al libro que le escribí; a aquellas Nanas para un Principito (MAR Editor) que dedicase a Manuel, hijo mío, patrimonio de mi humanidad.
Al escuchar ese texto de su voz, he vivido una extraña sensación a medio camino entre el entusiasmo y la congoja. Y más cuando esta misma noche, él recitara este decálogo sobre el mundo de los mayores que prometí enseñarle y que yo casi olvido por anteponer lo urgente a lo importante:
1. Cuando dicen no tengo tiempo, acostumbran a pensar no tengo ganas.
2. Aunque se despidan con un ya te llamaré, es posible que no te llamen nunca.
3. Por el metro que midas, te medirán.
4. Cuanto más hablan de algo, más lo adornan.
5. Sea lo que sea, di las cosas como son. Las indirectas nunca funcionan.
6. Cuantas más ansias tienen por arreglar la vida de los demás, más desastrosa es la suya.
7. Lo verdaderamente valioso, ni se vende ni se compra. Quizá por eso, a menudo esconden sus miserias detrás del dinero.
8. Cuando buscan alguien que les escuche, suelen encontrar alguien que les grita.
9. Con quien bien te quiere, sé paciente. Tarde o temprano te hará reír.
10. Aun reconociendo que ningún día es bueno para esperar, no desesperes jamás.
domingo, 10 de mayo de 2020
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