Recuerdo la crianza de cien conejos, la hora de dar pienso a mil gallinas... tantas tardes jugando con diez primos en ese prado sobre el que hoy asienta otra gasolinera. Por eso, cuando ahora vamos a nuestro Toral de los Guzmanes, me encanta que mis hijos visiten sus granjas, descubran in situ ese proceso, aprendan a través suyo a respetar nuestra Naturaleza.
En estos tiempos del Coronavirus son varias las personas que me han consultado si existe algún riesgo añadido por el hecho de tener mascotas. Desde prácticamente el principio, la Organización Mundial de la Salud asegura que no está demostrado que los animales lo transmitan, recomendando no obstante lavarse siempre las manos después de haberlos tocado.
Según nuestro Ministerio de Sanidad, el virus puede pasar de humanos a sus perros y gatos -también a hurones-, si bien no está confirmado que la transmisión se produzca a la inversa. De hecho, distintos investigadores han publicado que de existir, sería meramente ocasional. Atendiendo a su documento técnico, bajo ningún concepto debería sacrificarse a ningún animal por sospecha de Coronavirus: en un hipotético caso de que pudieran ser transmisores, habría que aislarlos igual que a las personas. En otros estudios paralelos, se ha confirmado que ni cerdos, ni gallinas, ni patos parecen susceptibles. Mi abuela Lorenza habría estado tranquila.
Conviene indicar también que durante el tiempo que dure este confinamiento, las clínicas y tiendas de animales permanecerán abiertas. No así las peluquerías caninas. Igualmente se recomienda que cualquier persona que pasee a su mascota no presente síntomas compatibles con la enfermedad y que, por supuesto, mantenga las medidas prescritas.
Al recrear esta última imagen me sobreviene la primera de Chispitas; probablemente, el único ser vivo de este planeta que amó a nuestro abuelo más que a sí mismo. ¡Y mira que sus nietos le quisimos!
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