Aunque parezca paradójico, la actual situación de confinamiento me está permitiendo conocer mejor a mis vecinos. A las ocho en punto de cada tarde coincidimos en nuestras ventanas respectivas. El de arriba es un prisas: sale siempre a menos cinco y faltando dos minutos ya se arranca a aplaudir. Eso sí, posee gran poder de convicción porque todos le seguimos.
El de abajo parece más despistado. Acostumbra a asomarse cuando acaba. El domingo anterior, al olvidar cambiar su reloj de hora, salió al balcón a las siete... Si bien lo que realmente le preocupa es que no recuerda dónde aparcó su coche antes de que esto comenzara.
Los de mi derecha le chillan tanto a su hijo para que arregle su cuarto, que hasta el mío al escucharlos recoge el suyo. Ellos están convencidos de que el maldito Coronavirus ha surgido de algún laboratorio. Apenas tienen dudas. A mí -que tengo todas las del mundo- no me lo parece, compartiendo el criterio científico de que tras analizar el genoma del agente causal, los resultados concluyen de manera abrumadora que su origen está en la vida silvestre.
La de mi izquierda opta por poner la música muy alta, lo que no me molesta mientras sea música que nos guste. Ella ha tejido un equipo de protección individual a base de retales, dejando en él su firma de profesora de Artística. Yo avalo su costumbre de salir a la calle con mascarilla, siempre que se manipule bien, dada la posibilidad de que este virus permanezca en el ambiente más tiempo del que pensábamos.
La del tercero, sabiendo que coincidí con Fernando Simón en mis tiempos universitarios, me pregunta si por entonces ya anunciaba el final de la curva... Y así, uno a una, volvemos a nuestras casas hasta las veinte horas del día siguiente. Cada cual con sus manías. La mía, la de escribir con respeto -y más a sabiendas del sufrimiento que hay fuera- aunque permitiéndome en retaguardia ciertas licencias literarias, después de otra jornada en las trincheras.
Y es que, como afirmara Confucio, incluso la virtud no habita en la soledad... Debe tener vecinos.
sábado, 4 de abril de 2020
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1 comentario:
Estoy de acuerdo Manuel. Yo incluso veo la cara a vecinos que no habia visto nunca. Individualismo absoluto en urbes que llamamos ciudades y vivir en sociedad, socializando. Que paradojas!!!
Ayer oyendo un programa en youtube, Milenio Live, acerca del coronavirus. Se me ponía los pelos de punta. Hasta que punto, nos transmiten a los ciudadanos informacion veraz sobre lo que está sucediendo. Vendrán otros virus? Hay ibtereses geopiliticos y economicos, con coste de vidas humanas, subyacentes bajo una crisis sanitaria?
Muchos interrogantes. Pocas respuestas. Hay caras de la vida, que nunca vemos, pero existen.
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