En estos tiempos del Coronavirus estoy conociendo mejor a muchas de mis amistades. Así, no sabía que la pasión oculta de esa profesora de Literatura es jugar al Ajedrez, que a un matemático se le diese tan bien cultivar tulipanes en su jardín o que aquella administrativa disfrute como una niña leyendo a Gloria Fuertes. Sin embargo, lo que más me impresiona ha sido constatar tanto espíritu solidario.
He descubierto que tengo amigos y amigas fabricando mascarillas o equipos de protección para personal de riesgo, ofreciéndose a hacer favores como la compra entre su vecindario más necesitado, sirviendo macarrones con cariño en comedores sociales, regalando su arte a través de espacios abiertos en la red... E incluso he sabido que entre ellos hay duendes o hadas madrinas -bajo la apariencia de joven emprendedor o de abuela encantada con sus nietos- que permiten reescribir sueños que aquel maldito virus quería borrar.
Desde mi humildad, nos sentimos orgullosos de cada uno de ellos... Y tan solo me sale darles las GRACIAS. Porque entre todos, dan vida a esa convicción del singular Eduardo Galeano de que mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas -aunque en verdad resulten tan grandes-, puede cambiar el mundo.
martes, 28 de abril de 2020
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